jueves, 19 de septiembre de 2013

A la mujer que yo quiero. Mi Mujer.


No son sólo palabras, es el evangelio para obviar el extravío de los sentidos. Degustar a quien tanto quieres, resulta la viva muestra de la percepción del brillo, la belleza en estado natural, sustancia de las alegrías idóneas, logran empequeñecer al universo. Superación de la naturaleza misma, competente en concebir los ciclos que no concluyen, reflejos de la condición de depositar en quien amas, todo lo tierno con capacidad de ser fabricado. Búsqueda incesante recompensada con la flor perdurable suspirada.
Sobrevivir a todo lo ocurrido con seguridad absoluta de tenerla a tu lado, habiéndote convertido en la mejor parte de todas las partes de la propia existencia, transformándola de forma total, consiguiendo que todo el amor que llevas dentro, que no es poco, le llegue, pudiéndoselo brindar para darle lo mejor de lo mejor. Pasión creciente a cada instante, maná divino regalado por ella insistentemente.
Poder contemplar de la mano del movimiento del tiempo, que nuestros ojos no cesan de deleitarse con momentos azul cegador, incluso cuando el otoño inexorable nos honre.

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