miércoles, 19 de septiembre de 2018

Ventana a mitad, entre espejismo y realidad.


Yo no puedo creer en vuestro Dios.

Se me olvidó recordar al contemplar tu mirar perdido, como esperando el final. Estático e impávido, no pude mirar hacia atrás al marcar en el horizonte ese mar prohibido. Fría estampa la mía, cuando me regalaste esa sonrisa vacía, susurrando o intentando hablar sin saber muy bien dónde estás.
 Desafío, es un caminar pasajero y a mí me convierte en viajero en el abismo de un lugar que debería conocer ya, y no soy capaz. Me resisto a entender una explicación, agarrándome a la visión de un mañana mejor, donde sí saldrá el sol, donde el olvido pasará, la sombra será en color y empezaremos de cero. Escenario sincero sin tener que correr por el sendero del no volver. 
A veces me parece que el cerebro me envía el certificado de rendición, estupefacción en mi corazón malherido, sinrazón, falta de calma en el alma y la ilusión. Borrón en el intelecto de mi silencio torpón, que no cobarde.
Destino resignado, dan igual los demás que ponen precio a tu piel, yo estoy a tu lado, esperando tu regreso y que tú puedas ir muy lejos, sin pasaporte y sin rastro de aquellos abrazos en  modo bestia que llenaron tu vida de locura y amargura. Dolor, miedo, falta de valor, son formas de decir que me falta el aire para respirar, lo paso muy mal, no sé fingir. Derrotado e indefenso, sé que caeré, aún así, también sé que tú necesitas de mí, y lo que tengo dentro, te lo daré.
Sueño que sueño soñar volver a jugar y rabiar al sol contigo, comenzar a dibujar una nueva vida atracando en la imagen preferida sin rastro alguno de esta maldita herida. Universo creado entre la imaginación y el deseo. Tan solo es un sueño, sólo eso, pero, no es un sueño más.

Yo no quiero que me digas ¿Y tú quién eres?
Yo no quiero que te despidas con la mirada.
Lo que yo quiero es que no te alejes de mí.
Lo que yo quiero es, que estés aquí y...
 despedirme de esta espina clavada.

(Sé que tú, sientes lo mismo)