Fermina, de forma continua te reclamo, te echo de menos, cada vez suena diferente, subyugado de mis confinamientos. Llévame, estreméceme, fuiste tú, ¡fulgor único en mi vida! Desahuciado quedé, tocó disipar la razón vencida exactamente. Sosegar la respiración, calmante de la sensibilidad entumecida, aislante de los sonidos que jamás debes escuchar, condenado desde aquel minuto, falla de una mañana eterna, espíritu amilanado, gesto desbaratado, sentidos heridos. Vaya donde vaya, quedan instantes para ti, momentos, recuerdos, firmamento ardiendo, cara buena y bella. Almacén de azules atravesando espacios arremolinados, divididos abismos terreros, abrasadores, campeones del mundo en intentar extinguir las heridas forjadas bien adentro del verdadero invernadero eterno, primaveral, brillo de estrella. Reflexiones que inducen al traslado, ansias del corazón.
Fermina, madre, abuela... señora del viento por vivir.
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