Cuando no hay ruido, tan solo hay que escuchar la comprensión de la eficiencia. Salir a por ella como alma que lleva el repertorio de la razón. Habitar el mejor nivel de la realidad eficaz, eternidad a la que anclarse. Apacibilidad exacta al ahogar la partitura repleta de notas inexistentes, perfil asfixiante de solemnidad. Decisión perspicaz al recordar los acordes elaborados en el haber, en el querer querido bien ordenado. Palpar con la mente lo visualizado por el alma, comprobado de forma precisa recitando lo que escribo al escribir lo que recito, dictado del universo de mi corazón. Él, se gira reaccionando con los destellos de la diosa inspiración. Ella, comparte su cuota, mira sin escorarse. Entereza arlequinada, en calma, moviéndose deprisa hacia el mundo dibujado por las apetencias.
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