Entre anónimas alboradas elaboradas, intenté recordar lo que ayer aprendí. La nana de la noche, me sonríe al surcar sus meandros reverdecidos. Ya no estoy triste, evaporé látigos repletos de abstracción herrumbrosa, extraviadas imágenes pálidas del espejismo no conseguido. Fulminé los números rojos de mi suerte. Recuerdo lo bueno, subo a lo más alto. No aparece el desmayo de mis lágrimas, florecen los huidizos duendes. Recomienzo a imaginar.
Los sentimientos, profesionales de élite en remover absolutamente todo, sin dejarte capacidad para elegir.
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